Ir al contenido principal

Destacados

UN AÑO SIN TI

    Carta a mi esposa que está en el cielo  Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te escribí. Se lo mucho que te gustaba que lo hiciera y se como atesorabas cada palabra que te decía.  Te amaré bajo la lluvia, la luna es testigo de nuestro amor y te amo de aquí hasta el infinito, eran algunas de las frases que solía remarcar en esas cartas.  Hoy pienso en cómo debería empezar. Tal vez pidiendo perdón porque di por sentado que estabas conmigo y quizá no había necesidad de escribirte otra vez. Sin embargo, hoy quiero hacerlo, quiero expresar lo que siento y aunque sea locura, aunque la leas o no, me da tranquilidad saber que al menos lo hice por última vez.  Sobra decir que te extraño porque sé que lo sabes. Sabes que las lágrimas que he derramado por ti no podrán ser medidas. Y sabes que te amo y que nada que pase acá abajo hará que te deje de amar como lo hago. Tal vez ya no pueda verte o abrazarte, pero te envío este mensaje al cielo para recordar...

¿Estoy viviendo un duelo patológico? Aprende a reconocerlo

¿El duelo se volverá crónico?

Muchas veces me pregunté si lo que estaba viviendo en mi duelo se convertiría en algo crónico. La frase: "Es normal que experimentes eso" se convirtió en un cliché, en una respuesta vacía de las personas hacia mí. Porque, en realidad, lo que yo estaba sintiendo no era normal desde mi punto de vista.

La muerte de mi esposa, la persona más cercana en mi vida, trajo consigo una sensación abrumadora. Un dolor profundo, mezclado con tragedia y nostalgia.


¿Qué sensaciones me produjo el duelo por mi esposa fallecida?

Era una confusión de emociones tan extraña que resultaba difícil distinguir si lo que experimentaba era rabia, culpa, tristeza, o todo a la vez. Un torbellino de sentimientos tratando de manifestarse al mismo tiempo, haciéndome sentir incapaz de reaccionar ante ellos.

El dolor emocional era tan fuerte que llorar no era algo forzado. Siempre me consideré un hombre, y los "hombres no lloran", pero esta vez ahí estaba yo, quebrado, con lágrimas que brotaban sin poder detenerlas.

Fue entonces cuando entendí que los hombres también lloramos; también nos quebramos. Se supone que llorar ayuda a regular el organismo, que es una forma de restablecer los niveles normales del cuerpo. Pero no estaba siendo así. Me preguntaba si yo estaba bien. 

Este dolor me estaba robando la respiración. No había otro pensamiento en mi mente que la muerte de mi esposa y su partida, así como la pena y la frustración que esto me causaba.

Pensaba en cómo podía estar ella. Fantaseaba con la idea de que seguía aquí conmigo, como si una parte de ella aún estuviera presente entre nosotros. Era difícil de entender, pero con el tiempo comprendí que definitivamente se había ido.

No escucharla más, no verla, no poder contar con ella para tomar decisiones me hizo aceptar, poco a poco, que esa persona amada ya no estaba, sin importar cuánto la extrañara.


Lee también: Extraño a mi esposa fallecida 


El silencio que dejó su partida

En muchas ocasiones, el silencio que me dejó su ausencia fue lo que hizo que cada día se volviera más difícil. Sobre todo porque tenía dos niñas pequeñas que dependían de mí para crecer.

La intensificación del dolor me llevó al punto de sentirme verdaderamente sobrepasado por las emociones. Sabía que esa sensación de sufrimiento era un síntoma del duelo patológico y que, quizás, el tiempo me ayudaría a salir de esto.

Sin embargo, también era consciente de que no cumplía con otros criterios fundamentales para ser catalogado como alguien que padecía un duelo patológico.

¿Qué caracteriza un duelo patológico?

Según el DSM-V, manual utilizado por los psicólogos clínicos, especialmente los terapeutas cognitivo-conductuales, un criterio fundamental para determinar que alguien enfrenta un duelo patológico es que haya pasado más de un año y la persona siga experimentando un dolor emocional tan intenso que le impida aceptar la pérdida.

El sufrimiento suele ir acompañado de conductas desadaptativas, como continuar fantaseando con la idea de que el ser querido sigue presente, guardar la mayor parte de sus pertenencias o dejarlas en el mismo lugar donde solía dejarlas, entre otras.

¿Por qué pensé que estaba viviendo un duelo patológico?

Existen algunos factores de riesgo que pueden desencadenar un duelo patológico. En mi caso, no había pasado un año desde la muerte de mi hermano mayor cuando, de repente, perdí también a mi esposa, quien era mi compañera y parte fundamental de mi vida.

Además, quedé solo con dos niñas pequeñas, y la muerte de mi esposa fue tan repentina que no tuve la oportunidad de decirle que la amaba por última vez o despedirme de ella. Esto intensificó mi dolor emocional, así como la confusión y la frustración que sentía.

Los primeros meses tras su partida me hicieron sentir paralizado, con un dolor permanente, sin muestras de mejora. Parecía que sentía cierto apego a ese dolor, como si, de alguna manera, me dijera que no podía ser feliz. En ese entonces, me costó mucho avanzar en mi proceso de duelo.

Sin embargo, con el tiempo logré entender que lo que estaba viviendo eran las emociones normales de una pérdida. La tristeza, ansiedad, rabia, miedo y culpa eran sensaciones que debía experimentar. El evento que había vivido era tan traumático que alteró por completo mi bienestar, y mi reacción era más que justificada.

Los cambios emocionales y físicos que experimentaba necesitaban un tiempo de asimilación para poder adaptarme a mi nueva vida. Pasé de tener una familia de cuatro miembros a ser solo tres.



Afrontar la nueva realidad

Enfrentar esta nueva vida fue un proceso lento, que tuve que manejar con mucha ayuda. Aunque no quería recibirla, fue necesaria. Cuando hablo de ayuda, me refiero a amigos, pastores y psicólogos.

Definitivamente, no podríamos enfrentar una situación así sin apoyo.

El duelo, como menciono en uno de mis blogs, es un proceso que incluye distintas etapas. A veces nos quedamos más tiempo en una que en otra, pero es necesario vivirlas y, eventualmente, superarlas todas.

En ocasiones pueden surgir complicaciones. Sin embargo, esto no significa que estemos viviendo el duelo de forma incorrecta o que no lo estemos haciendo lo suficientemente bien. Cada persona atraviesa este proceso a su manera. Lo importante es asegurarse de que el dolor no nos lastime a nosotros ni a quienes nos rodean.

Lee también: El dolor cuando muere un ser querido

Algo de la persona amada se queda contigo

El psicoanalista Jean Allouch afirma que perder a alguien es perder un trozo de sí mismo. La persona que se va se lleva una parte de nosotros, y es precisamente esto lo que nos deja con ese vacío inexplicable.

Sin embargo, es importante aclarar que ese trozo de sí mismo nunca desaparece. Es más, nos pertenece más a nosotros que a la persona que se ha ido.

Me atrevería a decir que esa persona amada nos deja un fragmento de su esencia, y ese valioso pedazo es el que nos moldea.

Quizás, reconocer esto fue lo que me hizo decidir continuar con mi vida. Hacer que esa parte de ellos, de los que han partido, que vive en mí, no muera. Seguir adelante como si aún estuvieran aquí y honrarlos cada día.

La importancia de encontrar un motivo para seguir

La logoterapia de Viktor Frankl, autor de El hombre en búsqueda de sentido, sostiene que, por más adversidades que una persona enfrente, siempre encontrará una razón para continuar.

Para Frankl, una de sus mayores fuerzas motivadoras mientras estuvo en los campos de concentración fue la imagen de su esposa. A pesar de no saber si ella seguía con vida, el simple hecho de imaginar su rostro lo ayudaba a sobrellevar su sufrimiento.

Como él mismo expresó: "El amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su significado más profundo en su propio espíritu, en su yo íntimo." Al final del día, lo único que nos queda tras la pérdida de un ser querido es la vida misma. Nuestra propia existencia.

Tenemos dos opciones: continuar y convertirnos en agentes de cambio para otros, o quedarnos estancados en el vacío existencial que esa persona dejó. El duelo patológico es aquello que nos impide entender que la vida sigue su curso. Debemos encontrar la manera de afrontar cada una de sus etapas, porque solo así podremos hallar ese sentido de vida que nos permitirá avanzar y honrar cada día a quienes ya no están con nosotros.




¡Sígueme!

Comentarios

Entradas populares