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UN AÑO SIN TI

    Carta a mi esposa que está en el cielo  Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te escribí. Se lo mucho que te gustaba que lo hiciera y se como atesorabas cada palabra que te decía.  Te amaré bajo la lluvia, la luna es testigo de nuestro amor y te amo de aquí hasta el infinito, eran algunas de las frases que solía remarcar en esas cartas.  Hoy pienso en cómo debería empezar. Tal vez pidiendo perdón porque di por sentado que estabas conmigo y quizá no había necesidad de escribirte otra vez. Sin embargo, hoy quiero hacerlo, quiero expresar lo que siento y aunque sea locura, aunque la leas o no, me da tranquilidad saber que al menos lo hice por última vez.  Sobra decir que te extraño porque sé que lo sabes. Sabes que las lágrimas que he derramado por ti no podrán ser medidas. Y sabes que te amo y que nada que pase acá abajo hará que te deje de amar como lo hago. Tal vez ya no pueda verte o abrazarte, pero te envío este mensaje al cielo para recordarte todo mi amor .  Sé que est

Las etapas y tareas que corresponden al manejo del duelo

A propósito del manejo del duelo, existen bastantes teorías o modelos psicológicos del duelo, que intentan interpretar el proceso vivencial de una persona tras la pérdida de un ser querido. 

Algunos plasmaron sus ideas, considerándolo como un proceso que se vive a través de “etapas”.  Otros consideran que son “fases”, y otros, quienes critican completamente los anteriores enfoques, catalogan el duelo como un proceso de “tareas”, ya que el doliente cumple un papel activo durante este proceso.


En busca de un poco de claridad sobre el manejo del duelo


Personalmente, como psicólogo recuerdo mucho haber revisado el modelo desarrollado por la psiquiatra Elizabeth Kubler-Ross, una de las pioneras en escribir sobre la muerte.


En su libro: “Sobre la muerte y los moribundos” (Death and Dying) en 1969, establece que durante el manejo del duelo, la persona vive 5 etapas (negación, ira, negociación, depresión y aceptación). Este enfoque es bastante popular y manejado por numerosas personas.  


Revisé este modelo. En los tiempos de la universidad realmente no me llamó mucho la atención, porque al final de cuentas ¿a quién le gusta hablar o leer sobre la muerte?


Pues bien, una vez experimentamos lo que es la muerte, así como perder a un ser querido; cuando atravesamos ese dolor tan profundo que no sabemos cómo sacarlo de nosotros, intentamos encontrar formas que nos ayuden a deshacernos de él.


En mi caso, busqué toda la ayuda posible para lograr entender lo que estaba pasando en mi vida, y un pastor de la iglesia a la que asistía, me recordó el modelo de Elizabeth Kubler-Ross sobre el manejo del duelo. A partir de allí todo empezó a tener más sentido.


El modelo de Elizabeth Kubler-Ross


Aunque su perspectiva en la actualidad le parece antigua a algunas personas, razón por la cual el trabajo de Elizabeth Kubler-Ross es criticado, a mí me pareció muy acertado.


No solo su planteamiento del manejo del duelo se basa en afirmaciones teóricas, sino también en bases científicas, quienes también tiene mucho que ver con lo que nos ocurre en la realidad. Una realidad que me tocó vivir muy de cerca, la cual me hacía ratificar lo que ella planteaba en su teoría. 




Entendí que las etapas del duelo no eran un modelo secuencial, ni que todos las personas tendrían que pasar por cada una de ellas. Lo que viví personalmente, lo describiré a continuación:


Negación


Esta etapa llegó en el mismo instante en el que ella se fue. Al verla en la camilla, acostada sin signos vitales, sentí que ella estaba durmiendo.


Yo creo que mi mente, mi cuerpo, nunca entendieron la gravedad de lo que estaba sucediendo en realidad. Era como si fuese un sueño del que tal vez iba despertar pronto y ella volvería a estar con mis hijas y yo continuando con nuestra vida, siendo felices los 4.


Pero a medida que pasa el tiempo, te das cuenta que no, no va a volver. No la volverás a ver, o escuchar, o a oler… Nada. Todo se ha ido. 


A veces quisiera volver a ese instante para poder abrázala más tiempo, y aunque su cuerpo, ya sin vida, aún estaba ahí, conmigo. Ahora ya no está. 


Lee también: Extraño a mi esposa fallecida: ¿Cómo manejar el luto?


Ira


La ira llega unos días después de que todo pasó. La falta de sueño y a la vez desear dormir pero no lograrlo; tener que atender a mis dos niñas pequeñas; querer entender qué sucedió; el deseo de tenerla al lado; las personas escribiendo: ¿cómo estás? Y mi mente respondiendo: ¿que se supone que debo decir? ¿Qué debo responderles?


Sólo quería estar solo. No quería ver o hablar con nadie. No quería volver a la realidad. La persona que más amaba en mi vida se había ido para siempre. La persona con la que disfrutaba todos los momentos de mi vida y con la que había tenido a mis hijas ya no estaba. 


Esta repentina ausencia, esta situación, de alguna forma te llena de resentimiento hacia la vida. No quieres ver a nadie que sea feliz y que además te diga lo siento. No creo que en realidad esa persona lo sienta. Nadie sabe lo que se siente, hasta que lo vives.


Depresión


Para este momento, la depresión llegó con toda su magnitud. Un dolor profundo que carcomía cada parte de mí me invadía. Respiraba tristeza.


Se cumplían en mí todas las condiciones sintomatológicas para ser diagnosticado con depresión mayor según el DSM 5, pero a la vez lo que estaba viviendo era considerado como un proceso normal del duelo. Nunca entendí en realidad lo que la teoría describe, pero lo que sí reconocí, fue la realidad de estar en depresión.


Negociación  


Este es un proceso de cambio de hábitos y pensamientos que intenta regular el dolor intenso que estás viviendo. 


Cuando llegas a esta etapa del duelo, muchas personas optan por consumir alcohol, drogas, buscar prostitutas, etc.


Yo, debido an mis creencias cristianas, intenté buscar algunas de esas cosas, y opté por negociar mis principios como cristiano. 


De algún modo, permití que la depresión, la ira y otras emociones negativas invadieran mi vida. Entendía que era un proceso por el cual una persona tiene que pasar.  Después de todo, Dios entendía mi situación. 


Aceptación


Es una etapa que llega después de que has vivido todas las anteriores, pero decides seguir luchando por tu vida. Ocurre cuando entiendes que aunque esa personas se ha ido y la extrañas, no puedes hacer nada para que ella vuelva.


La aceptación ocurre en el momento en el que eres capaz de reconocer que las anteriores etapas están afectando tu salud mental, emocional y tus relaciones sociales. 


Cuando decides vivir por aquello que aún permanece vivo: tu familia (en mi caso mis hijas), los sueños compartidos, los deseos de salir adelante. Esto es lo que te va a permitir entender y sanar. 


Es allí donde los modelos teóricos de las etapas del duelo se hicieron relevantes en mi vida, para ayudarme a entender lo que me estaba sucediendo.


Ahora bien, considero que para poder llegar a la aceptación (etapa que todos los que perdemos a un ser querido debemos alcanzar si no queremos vivir un duelo patológico), es necesario cumplir un papel activo en el duelo y no pasivo. 


Es allí donde se hace relevante el modelo de la “tareas”. 

   

Las tareas del duelo de Alba Payás


Alba Payás, en su libro “Las tareas del duelo”, propone que el manejo de la pérdida ocurra mediante tareas en lugar de fases o etapas. No descarta por eso la importancia de cada uno de estos períodos, por el contrario se enfoca en la particularidad de cada individuo.


Intervienen en su teoría factores como: la personalidad, la cultura y las circunstancias propias del doliente, lo que hace del manejo del duelo un proceso único y no genérico. 


La tarea principal que ella propone durante el duelo es manejar los aspectos más traumáticos de la pérdida. Aspectos como. Mi esposa fallecida era joven. Me dejó solo con dos niñas pequeñas. Etc 


Todo esto se convierte en factores de riesgo para vivir un duelo patológico.


Lee también: ¿Estoy viviendo un duelo patológico? Aprende a reconocerlo



Sin embargo, mi tarea es no fijarme en esos aspectos o en el faltante, sino en la necesidad. Me explico: por más difícil que sea la situación (como ver a mis hijas sin su madre), lo importante aquí no es fijarme en la ausencia de mamá, sino más bien en la necesidad de mis hijas de contar con un papá fuerte y sano, que cumple el papel papá/mamá para ayudarlas a crecer.  


Otra tarea importante acá es la de ir disolviendo la forma como evitamos el dolor e ir enfrentándolo progresivamente, para así tolerarlo de forma sustancial.


Algo que causaba mucho malestar y sufrimiento en mí era continuar con los sueños que teníamos juntos, como familia. Al principio dolía hacerlo sin ella, pero ahora es una forma de honrarla, y esto me llevó a que de alguna manera el dolor se pueda controlar, es decir, se volvió más llevadero. 


Entre las tareas más importantes está también la necesidad de adaptarse a la nueva situación y conectar con el dolor, la tristeza o la culpa, tratando de no esconderla. 


Se trata de buscar nuevas formas de conexión para aceptar la realidad. Este es un trabajo esencial para poder sanar.


En mi caso personal mi creencia en Jesús, quien ha sido mi fortaleza en estos últimos meses, me llevó a adaptarme y a entender que la pérdida es dolorosa, pero que si la abrazamos podemos llegar a encontrar propósito en lo sucedido.


Esto te conducirá a la última tarea durante tu manejo del duelo, que es la capacidad mental de sustituir creencias erróneas por nuevos esquemas de pensamiento, que dan significado a tu pérdida. 




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