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UN AÑO SIN TI

    Carta a mi esposa que está en el cielo  Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te escribí. Se lo mucho que te gustaba que lo hiciera y se como atesorabas cada palabra que te decía.  Te amaré bajo la lluvia, la luna es testigo de nuestro amor y te amo de aquí hasta el infinito, eran algunas de las frases que solía remarcar en esas cartas.  Hoy pienso en cómo debería empezar. Tal vez pidiendo perdón porque di por sentado que estabas conmigo y quizá no había necesidad de escribirte otra vez. Sin embargo, hoy quiero hacerlo, quiero expresar lo que siento y aunque sea locura, aunque la leas o no, me da tranquilidad saber que al menos lo hice por última vez.  Sobra decir que te extraño porque sé que lo sabes. Sabes que las lágrimas que he derramado por ti no podrán ser medidas. Y sabes que te amo y que nada que pase acá abajo hará que te deje de amar como lo hago. Tal vez ya no pueda verte o abrazarte, pero te envío este mensaje al cielo para recordar...

La promesa de Dios detrás de nuestro sufrimiento

Cuando era más joven, la vida me llevó a estar atrapado en el mundo de la droga y la rumba.

Mi vida era obsoleta y vacía y no tenía propósito alguno. Tuve muchos momentos donde pude haber muerto, pero también puedo decir que esos instantes me llevaron a tomar la decisión de ir a la iglesia para cambiar mi vida. Allí fue donde pude conocer a Jesús y hacerme cristiano.

En la iglesia también conocí a mi amada; a mi esposa hoy fallecida. Por ese entonces se creó en mí el sueño de poder tener una familia. Ya no quería saber más nada de mi antigua existencia. Solo quería tener una vida feliz que agradara a Dios. 


Fueron 6 años de un hermoso matrimonio. Con los problemas cotidianos propios de una relación de pareja, pero donde nunca faltó el amor y el apoyo mutuo. Del fruto de ese amor nacieron nuestras hijas. 


Desafortunadamente mi esposa tuvo que partir al cielo por un problema en el corazón. De forma espontánea. Mi vida pasó de la risa al llanto. De vivir la vida que soñaba, a estar solo con mis dos hijas pequeñas. Entendí pues que había llegado el momento de sufrir. 


La promesa de Dios detrás de nuestro sufrimiento

Entendiendo lo que significa ser cristiano 


Luego de un tiempo entendí que ser cristiano no es un blindaje en contra del sufrimiento. Es más, Dios lo usa para formarnos, para hacernos más fuertes y para revelarnos lo que hay en cada uno de nosotros.


Es decir, Dios usa el sufrimiento de forma intencional para conocer nuestro corazón y llegar al fondo de él. Para saber si realmente lo glorificamos a Él o simplemente nos glorificamos a nosotros mismos. 


Nuestro corazón es lo que a Dios más le importa. Después de todo la biblia dice que los de corazón puro verán a Dios (Mateo 5:8-10). Así que los que somos cristianos (haciendo referencia a ser seguidor de Jesús), sabemos que lo que vivimos en este mundo será pasajero. La eternidad nos espera en el cielo junto a Dios, siempre y cuando en este mundo vivamos para agradarle a Él y tengamos un corazón puro. 


La esencia original cambió 


El ser humano fue creado por Dios y para Dios (Colosenses 1:16). Nuestra vida está diseñada para vivir una vida que a Él le agrade. Lejos de la vida placentera que trae este mundo. 


Durante mucho tiempo el ser humano ha vivido con un deseo inmesurable de satisfacción personal. Esto nos ha llevado a olvidarnos de la verdadera esencia de nuestra existencia. 


La vida se ha convertido en un juego de pertenencias, donde el que más títulos académicos y/o propiedades tenga, es quien ganará ese juego. Entre más tengo, más valgo. Y es que realmente luchamos para tener más que el otro. 


También entre más displacer sintamos, más formas de placer debemos buscar para mitigar esa inconformidad. Entonces buscamos diferentes maneras de encontrar la satisfacción como el alcohol, el sexo, el yoga o el internet, para que nos distraigan y nos hagan olvidar el sufrimiento diario que trae esta vida. 


Ahora bien, Dios nos creó para que pudiéramos recibir el placer celestial de experimentar el cielo en la tierra. Nos creó para que podamos vivir en armonía, como un padre que convive con sus hijos. 


Lastimosamente el ser humano decidió apostar por una vida de desobediencia y falta de sumisión ante Dios. La humanidad prefirió una existencia diferente a la que Él había establecido. Ahora vivimos en un mundo caído lleno de sufrimientos. 


¿Cuáles son la fuentes de sufrimiento que nos esperan?

 

El mundo actual es una fuente de sufrimiento, donde el el ser humano vive atascado en el día a día, agobiado por las deudas, el trabajo, la imagen que debe proyectar, las propiedades que posee, etc.


Cuando existe mucho estrés a causa de esto, buscamos apaciguarlo con sexo, drogas y demás cosas que puedan “hacernos sentir mejor”. Pero al final, estas alternativas no son la solución, sino un detonante para mayores padecimientos. 


Las personas con las que nos relacionamos también son una fuente de sufrimiento. Nuestros hijos no quieren ser responsables. Nuestros amigos que nos traicionan o aparentan estar ahí, pero realmente no están. Nuestros compañeros de trabajo que hablan a nuestras espaldas. Estas son fuentes de sufrimiento que nos llevan a aprender una vez más lo que nos decía Jesús de perdonar 77 veces 7 (Mateo 18:21-35). 


Una de las mayores causas de sufrimiento somos nosotros mismos. Sufrimos como consecuencia de nuestra falta de Fe en Dios. Padecemos al negarnos a creer que él existe y al rechazar la idea de que un ser superior es el responsable de la creación de todo este maravilloso universo. Nos sentenciamos al dudar de la posibilidad de que Él es real y tiene un plan para cada uno de nosotros. 


Cuando le damos la espalda a Dios, esto nos va llevar a sufrir y a darle lugar a los espíritus malignos. ¡Que son reales! Y está es la fuente principal de todo nuestro sufrimiento en el mundo. 


Sé que los que no creen en Dios pensarán que esto es una locura, pero realmente existen. Son los causantes de que muchas veces te preguntes: ¿por qué me pasa esto? ¿Por qué actúo de esta manera? Alteran tu mente, tus pensamientos, tus emociones. Posiblemente son los responsables de los problemas que aquejan a familias de generación en generación como: la rabia, los vicios y otras actitudes que te hacen daño a ti y a los que te rodean y te llevan a preguntarte: ¿por qué soy así? 


Son espíritus que no vemos, que se encargan de robar, matar y destruir (Juan 10:10), que existen para amargar nuestras vidas y para que nunca glorifiquemos a Dios. Se encargan de hacernos sufrir. 


Jesús es nuestro ejemplo en el sufrimiento 


Glorificar a Dios en medio de nuestro sufrimiento no es nada fácil y Él lo sabe. Jesús vino a darnos el ejemplo de cómo debemos vivir en este mundo, lleno de dolor y de injusticias y la única forma es poniendo nuestra mirada en las cosas del cielo y no en las de la tierra. 


Jesús mismo sufrió el rechazo de su propia gente. Tuvo que vivir en pobreza, enfrentar la traición de sus amigos y morir crucificado. Aún así, estando en la cruz le dijo a Dios: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacenLucas 23:34


Jesús es nuestro ejemplo para vivir. Él nos enseñó a tener visión y propósito en medio de los momentos difíciles. Nos enseñó a ver más allá de nuestros ojos, ser fuerte en las aflicciones, para poder ver a un Dios que está en el cielo, que nos ama y quiere relacionarse con sus hijos. 


¿Entonces qué hacer para glorificar a Dios en medio del sufrimiento?


Así que lo primero que debemos hacer es someternos a Dios y reconocer que él es quien es. Sin Fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6). La Fe viene por leer la Biblia y hablar con Dios (Romanos 10:17), a eso es a  lo que llamamos tener comunión con Él. 


Eso nos va a ayudar a crear una vida espiritual. Esta será la única forma como podremos sobrellevar el sufrimiento de este mundo caído. Además, Jesús prometió estar con nosotros hasta el fin de los tiempos, incluyendo cada momento de dolor que debamos atravesar. 

 

Por otro lado, debemos aprender a perdonar a los que nos ofenden diariamente; a aquellos que tal vez no piensan igual que nosotros. Reconocer esas emociones que surgen como consecuencia del daño que nos han hecho y entender cómo éstas afectan nuestro comportamiento, para después entregárselas a Dios a través de una oración.


Todo esto no solo nos hará vivir en paz, también nos hará libres. Experimentaremos la libertad de perdonar.


También hay que reconocer que nuestro paso por este mundo es temporal, que somos como extranjeros viviendo en esta tierra, para luego heredar una vida eterna con Dios en un nuevo mundo. 


Debemos aferrarnos a la promesa de Dios, porque él estará con nosotros hasta el fin del mundo, donde después de nuestro paso por esta existencia, Él va a fortalecernos, restaurarnos y nos dará firmeza y confianza para atravesar cada situación adversa. 





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