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UN AÑO SIN TI

    Carta a mi esposa que está en el cielo  Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te escribí. Se lo mucho que te gustaba que lo hiciera y se como atesorabas cada palabra que te decía.  Te amaré bajo la lluvia, la luna es testigo de nuestro amor y te amo de aquí hasta el infinito, eran algunas de las frases que solía remarcar en esas cartas.  Hoy pienso en cómo debería empezar. Tal vez pidiendo perdón porque di por sentado que estabas conmigo y quizá no había necesidad de escribirte otra vez. Sin embargo, hoy quiero hacerlo, quiero expresar lo que siento y aunque sea locura, aunque la leas o no, me da tranquilidad saber que al menos lo hice por última vez.  Sobra decir que te extraño porque sé que lo sabes. Sabes que las lágrimas que he derramado por ti no podrán ser medidas. Y sabes que te amo y que nada que pase acá abajo hará que te deje de amar como lo hago. Tal vez ya no pueda verte o abrazarte, pero te envío este mensaje al cielo para recordarte todo mi amor .  Sé que est

Mi hija pregunta por su mamá fallecida, ¿qué hago?

Cuando falleció mi esposa y mamá de mis hijas, mi hija mayor tenía dos años y medio. 

Para ella, su papá y su mamá eran su todo, su confort y seguridad. Sin embargo, los brazos de mamá eran especiales, en ellos no había peligro alguno.

En la noche cuando todo ocurrió, mi hija se quedó dormida en los brazos de mamá. Unas horas después, tuvimos que salir al hospital, mientras ella dormía. Mamá estuvo batallando por su vida en aquel hospital, pero lastimosamente no pudo regresar a casa.



¿Cómo le digo a mi hija que su mamá murió?

Cuando regresé del hospital, mi hija aún seguía durmiendo. La acosté en mi pecho, con lágrimas saliendo de mis ojos.

Yo no había dormido nada esa noche, y aún así, no quería dormir. Pensaba en muchas cosas; cosas como qué iba a pasar con nuestras vidas, cómo sería una vida sin mamá y cómo le iba a decir a mi hija mayor que mamá ya no iba a estar con nosotros.

Por lo menos, mi creencia en Jesús me daba la tranquilidad de que mi esposa estaba con Él, y eso me daba algo de seguridad, pero no dejaba de ser doloroso.

Cuando mi hija despertó, supo inmediatamente que algo no estaba bien. Tal vez el ver mi cara demacrada por la angustia, el estrés y las lágrimas, le hizo notar que algo, definitivamente, había ocurrido.

Me pidió que saliéramos de la habitación y fuéramos al carro, para ir donde estaba mamá. Tuve que decirle que mamá no estaba y que no iba a volver. Al principio, no prestó tanta atención a esto, pues siguió diciendo que quería salir e ir donde mamá.

Curiosamente, esa mañana estaba nevando, siendo esa la primera vez que veíamos nevar; aproveché para ver hacia el cielo, decirle que mamá ahora estaba allí y que no iba a volver.

Al principio, lo tomó con alegría, pero al pasar el tiempo y ver que su mamá seguía ausente, empezó a preguntar constantemente: “¿por qué mamá no baja del cielo?”, o a decir: “extraño a mi mamá”.

La comprensión de la muerte en niños.

Los niños menores de cinco años aún no comprenden la idea de la muerte. No alcanzan a imaginar que la muerte es el fin de la vida. Por lo mismo, no entienden qué es la vida.

Los niños simplemente creen en lo que ven. Mi hija veía al cielo como lo que es: las nubes o lo que está arriba, y a Jesús lo veía como el muñeco de la Biblia de niños que leemos.

Mi hija, de hecho, empezó creyendo que mamá iba volando en un avión. En este momento, teniendo tres años y cuatro meses, cree que mamá vive en las nubes, en una casa con Jesús.

También sigue esperando el día en que vayamos al cielo a visitar a mamá o que mamá baje a darnos un abrazo.

Las etapas del desarrollo y comprensión de la muerte.

Es importante entender que depende en qué etapa del desarrollo se encuentran los niños, para comprender lo que es vivir o morir.

* Los bebés de 0 a 2 años se limitan a comprender lo que es la interacción inmediata con su

mundo actual. Lo que ven, lo que tocan y quien está a su alrededor. En esta etapa, la comprensión de la muerte es nula.

* Los niños de 2 a 5 años, quienes empiezan a tener un conocimiento inicial del lenguaje, ya

alcanzan a comprender qué puede ser la muerte, pero no como algo definitivo. No alcanzan a comprender la dimensión de la muerte como el fin de la existencia, y es allí donde los papás deben hacer énfasis en aclarar qué es la vida, y que la muerte es el fin de esa vida.

En esta etapa se encontraba mi hija. Podría decir que es la más compleja, debido a la incapacidad de comprender que la muerte es irreversible.

Se necesita mucha paciencia para explicar lo que es la vida y la muerte. Para esto, podemos ayudarnos con otros seres vivos que encontremos muertos o marchitos, como una flor, una hoja de árbol o incluso, con animales.

También hay que armarse de coraje porque este proceso duele. Y si hay que llorar, se debe llorar. No se debe limitar a los hijos a expresar sus emociones.

Hay que recordar que siempre se debe animar a seguir adelante después de llorar, para que se logre entender que aunque existe la tristeza, hay formas de expresarla, y una de ellas es a través del llanto, pero además, se debe comunicar ese malestar, esto quiere decir que se debe buscar la manera de hablarlo.

Luego de que logremos identificarlo y sacarlo, se debe ser fuerte para aceptar que la tristeza es parte de la vida y que se debe continuar. Como mencioné en uno de mis blogs: siempre hay un motivo para continuar.


Lee tambien: EL DOLOR CUANDO MUERE UN SER QUERIDO


* Luego, tenemos a los niños de 5 a 9 años, quienes comienzan a entender que la muerte es algo definitivo. Sin embargo, pueden seguir fantaseando con que los muertos vuelven en forma de ángeles o esqueletos, depende de cuál es la creencia que refuerce esta idea.

Pero al final, en esta etapa, la comprensión de la muerte está un poco más elaborada y puede ser más fácil hacer entender a un niño que esa persona fallecida no volverá.

* A partir de los 9 o 10 años existe una comprensión clara de la muerte, se entiende que todos los seres vivos mueren e incluso se empieza a crear un temor a morir, porque no se comprende la idea del fin de la vida y lo que sucede cuando esta se acaba.

Por su parte, aunque el hecho de perder a algunos de sus padres por fallecimiento no dejará de ser doloroso para un niño, la comprensión de la muerte facilitará el hecho de hablar con tus hijos para ayudarlos a enfrentar el duelo, por el cual también tienen que pasar.

Mis hijas tendrán que pasar por todas estas etapas.

Entendí que por más que quiera desaparecer el dolor, este va estar ahí. También comprendí que mis hijas van a hacer las mismas preguntas por años, y tengo que tener mucha paciencia para explicarles una y otra vez que mamá no va a volver, que su cuerpo dejó de funcionar y que ahora ella vive en otro mundo con Jesús.

Poco a poco, ellas irán entendiendo, junto con su desarrollo emocional, moral y espiritual, lo que significa vivir y morir. Para esto, es importante entender que los papás son quienes ayudan a este desarrollo e influyen grandemente en él.

Evita transmitir el malestar emocional a tus hijos.

Ahora bien, tenemos que aprender a separar nuestro duelo y nuestro propio dolor, para no transmitirlo a los niños; y créanme, esta es la parte más difícil, porque tenemos que aprender a regularnos emocionalmente, para poder ayudar a nuestros hijos.

En uno de mis blogs hablo de la importancia de asistir a terapia. A mí, personalmente, me ayuda mucho asistir a la iglesia, congregarme y tener comunión con Dios.

Cualquiera que sea la forma que encuentres para regular tus emociones es válida, desde que no te hagas daño física y emocionalmente, y no se agrande más el problema. Es válida siempre y cuando el propósito de no afectar más a tus hijos sea la prioridad.

Ellos son quienes van a tener una afectación emocional bastante grande, durante toda su vida, y tú vas a ser quien les ayude a aprender a sobrellevarla y sacar el mejor provecho de esto.



                                        

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