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Aunque no es fácil aceptar la ausencia que nos deja la muerte de un ser querido, o la pérdida de nuestro cónyuge, aquí podrás entender cómo aprender a manejar el duelo. Además, cómo se puede continuar, aun siendo padre soltero de dos niñas.
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El evento traumático y la ansiedad que genera
La vida es un mar lleno de misterios. Un día te levantas pensando que vas a tener el mejor día de tu vida, y a la mañana siguiente, sin ningún tipo de anestesia, recibes la peor noticia de tu vida: “hicimos todo lo que pudimos”; frase que aún retumba en mi cabeza, ya que por más que lo intentaron, no lograron salvarle la vida a mi esposa.
Mientras tanto, yo quedaba en un estado de shock de gran intensidad y en un vasto estado de confusión, que me llevaba a pensar que tal vez estaba viviendo un sueño en los pasillos del hospital. Allí, donde los doctores y enfermeras venían a decirme cuánto lo sentían.
No sé si alguna vez has vivido un choque emocional tan fuerte, en el que de forma instantánea cambias de la felicidad a la tristeza, pero para mí es algo absurdamente doloroso y confuso. Acá las palabras no sirven para describir este suceso que sacude nuestra respuesta fisiológica, nos genera una creciente sensación de ansiedad y nos deja en estado de confusión latente: ¿es esto real?
El shock y el trauma
Mi esposa falleció súbitamente. Horas antes, estábamos felices tomando chocolate caliente al lado de una chimenea. Nos encontrábamos con muchos sueños y propósitos para nuestras vidas. Uno de ellos era levantar a una hermosa bebé, que había llegado 20 días atrás para acompañarnos en el viaje juntos.
A la 1:30 de la mañana del 24 de marzo, mi esposa se levantó quejándose de un dolor en el pecho, salimos al hospital en nuestro carro, pensando que no era nada grave. Luego de unos minutos, ella empezó a tener problemas para respirar, hice lo que pude para llegar más rápido al hospital, sosteniendo su mano y diciéndole “quédate conmigo”. Cuando llegué, inicié respiración boca a boca, mientras pedía ayuda. La camilla y enfermeros llegaron a asistir, y segundos después la entraron al hospital. Dos horas más tarde, llegó la terrible noticia: mi esposa había fallecido.
LEE TAMBIEN: EL DOLOR CUANDO MUERE UN SER QUERIDO
La respuesta fisiológica ante el trauma
El cerebro es como una máquina que funciona todo el tiempo, en torno a la totalidad de lo que estamos sintiendo y haciendo. En el momento en que ocurre un evento traumático, la corteza prefrontal, encargada del raciocinio y el estado de conciencia, tiene una sobrecarga de información que proviene del sistema nervioso simpático y la persona entra en un estado de alerta y ansiedad, además, en estado de desorientación espacio-temporal.
Cuando recibí la noticia de que mi esposa había fallecido, entré en una especie de letargia, definida como “una afección caracterizada por somnolencia y una falta poco común de energía y agilidad mental”. Mi cuerpo no respondía a lo que a mi alrededor estaba sucediendo.
Era como estar presente, pero mi mente se había ido a otro lugar. Se notaba mi bajón anímico y mis deseos de irme con mis hijas, y llorar hasta más no poder.
La ansiedad y el cerebro
Así pues, el cerebro, al entrar en estado de alerta, comienza a crear estrategias para eliminar posibles eventos traumáticos futuros, que se podrían asemejar al que acabamos de vivir, y es ahí donde se crea la ansiedad.
Esta podría definirse de manera simple como pensamientos abstractos y generalizaciones no basadas en la realidad, pero que te proyectan al futuro, a uno incierto, para solucionar posibles situaciones que no han pasado aún.
Entonces, el cerebro, específicamente el lóbulo frontal, quien acaba de recibir la sobrecarga, apaga su raciocinio, para poder estar alerta ante funciones más importantes, como el mantenerse vivo, y así es como se entra en modo supervivencia.
Aquí el cuerpo está respondiendo ante el estrés, activado por el sistema nervioso simpático y la médula adrenal. Esta última generando descargas de adrenalina.
La adrenalina, al ser segregada de forma intensa, no solo desencadena la ansiedad, sino también intensifica el ritmo cardíaco y crea pensamientos ansiosos, que generalmente son negativos, pensamientos tales como: ¿también les va pasar a mis hijas?, ¿no voy a poder hacer esto si mamá no está?
Estado de confusión
Como mencioné anteriormente, se desconectan ciertas funciones, especialmente las no esenciales, como el razonamiento y la capacidad de atención, y es allí cuando entra la confusión.
La confusión es un cambio abrupto en la condición cognitiva. Es la incapacidad de entender, planear y atender a un estímulo, porque existe un impedimento ante dichos procesos. Esto afecta directamente en los pensamientos de las personas, la capacidad de memorizar y de relacionarse con los demás.
Curso normal de la exposición al trauma
Hoy han pasado varios meses desde el fallecimiento de mi esposa y puedo recordar muy poco de aquellos primeros días de su partida.
Poco recuerdo las conversaciones con la gente. Solo algunas quedaron grabadas en mi memoria. Generalmente eran sobre cosas esenciales que requerían mi completa atención, como el papeleo fúnebre, de repatriación y/o las decisiones que tenía que tomar con respecto a las niñas y a nuestro futuro.
Sin embargo, el cerebro y nuestra mente tienen la capacidad de adaptarse a la nueva circunstancia y continuar con su curso habitual. Entonces, entras en un proceso de restauración tanto fisiológica como mental, donde tu cerebro debe adaptarse a la nueva situación, y tus pensamientos necesitan ser revisados para no caer en el negativismo y la nostalgia.
Tal vez el proceso tarde unos meses, pero al final se va entendiendo que adaptarse es la mejor opción.
Hay que ayudar en el proceso de sanidad
Los síntomas por la muerte de un familiar cercano (hablando de muerte como evento repentino, no como muerte prevista), se asemejan bastante a los síntomas de un estrés postraumático por los síntomas de intrusión, la necesidad de evitar estímulos asociados al evento traumático y además los comportamientos inadecuados que podría presentar esta persona expuesta al evento traumático.
Sin embargo, nuestro cuerpo está capacitado para restablecer todo a su curso normal para adaptarse ante la nueva situación, pero nosotros debemos ayudar a nuestro cuerpo para que su regulación sea mucho más ágil.
No saben cuánto me cuesta aceptar que mi esposa ya no está, y los deseos de volver a compartir con ella; pero ahora entiendo que ella ya no va volver, y es necesario aceptarlo.
Un buen manejo del proceso de duelo y pérdida, para atravesar de manera correcta las etapas del duelo, es una forma de ayudar a tu cuerpo. De esta manera, se evita llegar a problemáticas más abruptas como el trastorno por estrés postraumático o el duelo patológico.
Otras estrategias incluyen dormir bien, hacer ejercicio, comer bien, hidratarse y hacer cosas que faciliten la adaptabilidad de tu sistema nervioso, tu cerebro, e incluso tu corazón. Esto hace que el curso normal de tu cuerpo se restablezca.
Intenta no generar momentos de estrés en tu vida, porque esto desencadena altos niveles de cortisol y adrenalina, que no favorecen la sanidad del evento traumático.
Además de esto, asistir a terapia puede ayudarnos a desatar todos nuestros nudos mentales, temores y dudas que se crearon al experimentar la pérdida o el evento traumático, o quizá podrías asistir a una iglesia para hablar con líderes espirituales.
La conexión con Dios es una clave fundamental para el proceso de sanidad mental.
LEE TAMBIEN: LAS ETAPAS Y TAREAS QUE CORRESPONDEN AL MANEJO DEL DUELO
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