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UN AÑO SIN TI

    Carta a mi esposa que está en el cielo  Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te escribí. Se lo mucho que te gustaba que lo hiciera y se como atesorabas cada palabra que te decía.  Te amaré bajo la lluvia, la luna es testigo de nuestro amor y te amo de aquí hasta el infinito, eran algunas de las frases que solía remarcar en esas cartas.  Hoy pienso en cómo debería empezar. Tal vez pidiendo perdón porque di por sentado que estabas conmigo y quizá no había necesidad de escribirte otra vez. Sin embargo, hoy quiero hacerlo, quiero expresar lo que siento y aunque sea locura, aunque la leas o no, me da tranquilidad saber que al menos lo hice por última vez.  Sobra decir que te extraño porque sé que lo sabes. Sabes que las lágrimas que he derramado por ti no podrán ser medidas. Y sabes que te amo y que nada que pase acá abajo hará que te deje de amar como lo hago. Tal vez ya no pueda verte o abrazarte, pero te envío este mensaje al cielo para recordar...

La discrepancia entre la fe y el dolor

 


Me encuentro en un camino lleno de preguntas sin respuesta. En ocasiones, trato de darle sentido a todo esto, pero la nostalgia entra en conflicto con la fe, y las preguntas que resuenan en mi cabeza me hacen pensar que quizá no he sido suficientemente fuerte para soportar tanto dolor y desilusión.

Extraño a Catalina cada vez que respiro. Me hace falta porque era mi compañera de aventuras. Extraño hacer lo que solía hacer con ella, y no solo esto, la necesito. Necesito que me ayude a ordenar mi vida, y que me ayude a levantar a nuestras hijas. 


Realmente no se como hacerlo solo. Los días y los meses pasan, y ese dolor se va convirtiendo en una molestia, que a pesar de ser controlable, no deja de ser desgarrador. 


Entonces, vas por la vida sonriéndole a los que pasan a tu lado e incluso intentas ser más humano, sin que ellos sepan sobre la carga que llevas dentro. Luego, llega la soledad y la quietud, y es allí cuando tus pensamientos te hacen pensar: “Si Catalina estuviera aquí, todo sería diferente”. 


Viviendo el día a día 


Los días se han convertido en algo muy rutinario. Levantarse en la mañana, sentarse en el borde de la cama para decirle a Dios: “Duele, pero sé que eres bueno y que todo va a estar bien”. 


Luego, en medio del desayuno y el baño diario están los berrinches y lloriqueos, pero también muchas risas. 


Después, vamos al day care o jardín, como llamamos en mi país. Un lugar que se ha convertido en un apoyo fundamental para el desarrollo de mis pequeñas y para tener un tiempo para mí.  


Por otro lado mi trabajo; el cual es bastante particular; me permite disfrutar de la naturaleza y tiempos de reflexión que se terminan convirtiendo en escritos e impulsos para lograr ser mejor ser humano.


Cuando la noche llega; ya después del trabajo y el jardín, mis hijas y yo vamos a casa para descansar entre pijamas y juegos. 


Ya para esta época me estoy haciendo la idea de que debo dormir solo, y por si fuera poco, debo estar atento a las necesidades de mis pequeñas durante la noche. Aquí ya no existen los turnos. 


Lee tambien: ¿CÓMO ASUMIR LA CRIANZA DE TUS HIJOS CUANDO ERES PADRE SOLTERO O MADRE SOLTERA?


Cambio de mentalidad


Al pasar el tiempo, está rutina diaria se va volviendo una realidad. Ya casi es un año de la partida de mi esposa y durante todo este tiempo, las configuraciones mentales y emocionales cambiaron mil veces. Eran como una montaña rusa, un día estaba muy bien y al otro día no tanto. Un día quería conquistar el mundo, y otros días simplemente no quería hablar con nadie. 


Mis conexiones neuronales estaban ajustándose ante la pérdida. Pasé de recibir la recompensa de tener a mi esposa, a no recibir su estímulo en absoluto; creando así bloqueos, confusión e infelicidad, todo esto causado por desequilibrios en mi serotonina. 


Sin embargo, el instinto humano de supervivencia discrepa ante la idea de rendirse, y a su vez me permitía estar alerta. Mi mentalidad se volvió más rígida ante las adversidades generadas por la falta de mamá en nuestras vidas. 


Esta es una mentalidad que me lleva a sentir que hay un motivo para luchar y que, aunque me duele no estar con Catalina, la vida debe continuar y necesito estar fuerte para ayudar a mis hijas a crecer. Duele vivir el día a día, pero hay que continuar. 


Discrepancia 


Existe una batalla constante entre confiar en Dios y en sus planes, y las emociones que se generan en mi por haber perdido a mi esposa. Jesús hablaba de cargar la cruz y seguirlo; él sabía la discrepancia que podíamos experimentar entre querer evitar la copa del sufrimiento y hacer la voluntad de Dios. 


Sin duda alguna, existe discrepancia entre eso que ves y sientes, y lo que no ves, pero es eterno. Este mundo duele, lo que es eterno no duele. Aunque tu dolor es real y no puedes evitarlo, quieres poner la mirada en las cosas de arriba que no generan dolor y es perfecto, pero tu cuerpo batalla contigo, como si fuese el aguijón en la carne que mencionaba Pablo, y que lo único que debemos hacer es bastarnos con la gracia de Dios.


Mis emociones son mi carne y mi propio ser diciendo: “duele, haz algo al respecto, necesitamos una dosis de Catalina urgente”. Pero al otro lado está mi espíritu diciendo que todo va a estar bien. Así que confiar en Dios es mi única esperanza. 


Para eso debemos enfocarnos en Dios, en lugar de enfocarnos en el dolor, pero está es la tarea más difícil que pueda atravesar un ser humano. Y aunque esto realmente es difícil, seguro que no es imposible. 


Creo infinitamente en Dios. Creo que sus planes son diferentes a los míos y que son más grandes. Pero, por otro lado, está la difícil tarea de responder por dos niñas pequeñas, además de las responsabilidades diarias, y tener que hacerlo mientras vives con un dolor inmenso dentro de ti. 



Lo que nos corresponde 


Los seres humanos que pierden a sus complementos continúan viviendo así. Algunos florecen más, mientras otros se marchitan y se van con aquello que se ha perdido. Otras personas definitivamente no nacieron para estar lejos de ese complemento o para ser “indiferentes”. Algunos son más resistentes al dolor que otros. Así mismo, algunos se acostumbran más rápido a la idea, mientras otros, por su parte, se aferran a su antigua vida. 


Sea lo que sea, todos vamos a enfrentar el dolor a nuestra manera. Nadie nos puede decir cómo debemos vivirlo, porque todos lo experimentamos distinto. Y justamente, esa particularidad es la que nos lleva a ser más humanos y a poder entender esta frase: “polvo eres y en polvo te convertirás”. 


Ese dolor interno no es bueno, debemos aprender a canalizarlo para que nos lleve a ver el factor positivo de lo que estamos viviendo y no termine afectando nuestra vida por completo. 


Por supuesto, yo he decidido seguir aprendiendo a canalizar mi dolor hacia Dios, aprendiendo a vivir con los recuerdos de Catalina como momentos únicos de alegría y no de nostalgia. Es un camino largo, lo sé, pero también sé que Jesús me entiende y me acompaña en este proceso. 


Estoy seguro de que algún día podré contar esta historia desde el otro lado. Cuando haya aprendido a cruzar por este valle de lágrimas y logre entender lo que Dios quiere decirme. 


Por ahora, aprendo a vivir como Jesús vivió, quien aun siendo Dios aceptó el dolor como parte de la vida, para luego ser recompensado. Y parafraseando lo que él mismo nos dijo: nunca habrá una persona que derrame lágrimas que no sea consolada por nuestro Dios.


Dios, aunque no lo vemos y muchas veces no entendemos sus planes, siempre gobierna y hace que el curso del universo funcione con justicia, porque esa es su voluntad. Es Dios quien gobierna con rectitud, honor y gloria. Él secará mis lágrimas, me consolará y me hará aprender a vivir con el dolor. 


Mateo 5:4.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.





 

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