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Aunque no es fácil aceptar la ausencia que nos deja la muerte de un ser querido, o la pérdida de nuestro cónyuge, aquí podrás entender cómo aprender a manejar el duelo. Además, cómo se puede continuar, aun siendo padre soltero de dos niñas.
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Pero… ¡Es que no quiero que mis hijos sufran!
La felicidad de ser papá es tan incomparable e indescriptible, que cuando nació mi primera hija las sensaciones que se generaron en mí fueron como esas mariposas que se sienten en el estómago al enamorarse, pero mucho más intensas y persistentes. Sabía que era papá y que esa pequeña criatura iba a tener todo mi amor.
Luego llegaron los dientes, sus primeras palabras y sus primeros pasos, además de miles de risas que vienen al compartir con tus hijos y verlos crecer. Te roban el corazón, de tal manera, que ya no existe espacio para nada más. Mi hija mayor nació para alegrar cada momento con su presencia.
Tus hijos se convierten en todo para ti, tu vida pasa a un segundo plano; ya no puedes hacer las cosas que te gustaban, porque todo lo que hay en tu casa se relaciona con ese pequeño ser que vive contigo. Tus programas de televisión se convierten en dibujos animados con canciones infantiles. Pero aun así, esa vida es la mejor que puedes tener, después de todo, son ellos los que se encargan de alegrar tus días y disfrutar del fruto de tu trabajo.
El amor hacia los hijos es como un don que Dios no ha regalado para entender lo que es el verdadero amor. Aquel verdadero amor que nunca dejará de ser, que todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Ese es el amor de un papá hacia sus hijos.
Por lo general, ese amor tiende a aumentar cuando nuestros hijos sufren; tu amor hacia ellos hace más difícil que soportes que algo malo les esté pasando. Ver a nuestros hijos atravesar el dolor en lágrimas, o verlos confundidos y desorientados nos causa una frustración inmensa, que nos lleva a nosotros, sus padres, a desear que todo lo que padecen pudiera ser traspasado a nosotros, para evitarles el sufrimiento.
Sin embargo, muchas veces ese amor tiende a confundirse con sobreprotección, y por más que intentemos protegerlos y cuidarlos, habrán situaciones por las que nuestros hijos tendrán que pasar, y no vamos a poder tener el control en absoluto. Además, la sobreprotección,y en ocasiones, el sufrimiento no es bueno para nuestros hijos, porque limita que desarrollen sus capacidades y el plan original que Dios creó para ellos.
Puedes leer también: La promesa de Dios detrás de nuestro sufrimiento
Sobreproteger es limitarlos a crecer
Ahora que somos padres logramos entender todos los sacrificios que hicieron los nuestros para darnos un mejor futuro. Sin embargo, llegó un punto donde entendieron que tenían que dejarnos salir a enfrentar el mundo, para así crecer y vivir la vida que, inevitablemente, nos traería sufrimientos.
Somos nosotros, los padres, quienes al entender cómo los nuestros sufrieron para darnos todo, quizás no queremos que los mismos sufrimientos se repitan en nuestros hijos, esos que vivimos en nuestra edad temprana.
Pero al proteger equivocadamente a nuestros hijos, restándoles la posibilidad de enfrentar su vida y su dolor, los estamos limitando a que se fortalezcan, no solo para manejar su dolor, sino que empiecen a entender cuáles son sus emociones y cómo canalizarlas.
Sobreproteger a los niños traerá grandes consecuencias, ya que no aprenderán a reconocer sus emociones, y en el futuro les costará asumir fracasos y dificultades, por ende, desarrollarán baja autoestima, incapacidad de resolver problemas, entre otras dificultades.
Propiciar un espacio donde no se refuerce la sobreprotección de los padres hacia sus hijos va a llevarlos a adquirir seguridad y confianza para enfrentar la realidad del mundo que los rodea.
Sin duda, son los progenitores quienes deben fomentar la autonomía saludable en los niños para que, a su vez, aprendan a ser capaces de identificar las adversidades y los retos de la vida diaria y asumirlos con responsabilidad.
Protegiendo sanamente
Y entiendo que es una tarea difícil, ¿cómo puedo actuar correctamente cuando no quiero ver a mi hijo sufrir?, ¿cómo saber si estoy sobreprotegiendo a mi hijo?
Pues bien, si tu hijo está teniendo dificultades para enfrentar sus propios miedos y expresar sus emociones, puede ser una señal de que está siendo sobreprotegido.
Así que nuestro estilo de crianza demasiado restrictivo, teniendo en cuenta las decisiones que pueda tomar el niño ante posibles situaciones de riesgo, debería ser más flexible. Soltar el control y supervisar correctamente al niño lo llevará a que aprenda a tener satisfacción interna por sus logros y un mejor desarrollo emocional.
Un ejemplo es cuando inician a caminar, muy seguramente se van a caer y se van a pegar, o cuando quieran explorar, se van a ensuciar, es normal que suceda. Así, lastimosamente, es como aprendemos. Pero es ahí cuando nuestros hijos van aprendiendo que el medio ambiente es seguro, y que tienen un papá o mamá que los supervisa, le hará entender los riesgos y el momento en que esté listo para atravesarlo.
Los constantes “no puedes hacerlo, eso es para grandes, ya aprenderás" hacen que un niño crea que no sirve para nada, generará baja autoestima y sentimientos de insuficiencia. Aunque la intención es proteger al niño de posibles daños o riesgos, intenta incluirlos en las posibles actividades peligrosas, a medida que su capacidad mental e intelectual lo permita, para que aprenda a asumir la responsabilidad de actuar con prudencia ante esas situaciones, sin depender de ti todo el tiempo.
Protección y equilibrio
La protección sana es aquella que brinda el padre a su hijo, entendiendo que las posibilidades de que enfrente dolor y frustración pueden estar presentes, pero dándole la oportunidad de aprender por sí mismo, y a su vez, propiciando el apoyo para que sea capaz de reconocer las herramientas que le servirán para atravesar la situación.
Aquí el padre cumple un papel importante, ya que es quien reconoce las dificultades y los riesgos a los que su hijo tiene que enfrentarse. Así que yo, como padre, entiendo y respeto a mi hijo, y le dejo expresar el realce de su capacidad como persona para realizar actividades acordes a su edad, de forma sana y segura, para que reconozca el ambiente con el cual se relaciona y las consecuencias que este tiene en cada decisión que toma.
Por ejemplo: Mi hijo de 5 años tiene la capacidad de tirarse de un resbaladero del parque, el cual tiene varios metros de caída. Pero, muy seguramente, no tendrá la capacidad de manejar el auto y llevarme de compras.
Todos los elementos que llevan a la prevención del riesgo están basados en la determinación del padre, pero hay puntos donde hay que tener un equilibrio, y dejarlos explorar el mundo, teniendo en cuenta sus capacidades y el nivel intelectual que requiera la acción a realizar.
Y por último, no dejes que el amor que sientes por tus hijos sea confundido con la sobreprotección. Muchas veces la sobreprotección puede ser traducida como el deseo insaciable de proveer cosas materiales a nuestros hijos, como un mejor colegio, mejor ropa, mejor “calidad de vida”, pero olvidamos que aunque estos factores son importantes, también es indispensable la atención a sus necesidades emocionales, físicas y espirituales, ya que estas crean vínculos sanos en el ámbito afectivo, con el ambiente que los rodea y la sociedad.
Puedes leer también: ¿Cómo asumir la crianza de tus hijos cuando eres padre soltero o madre soltera?
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